Una veintena de bailarines, más de 400 metros cuadrados de escenario, centenares de focos y, en el centro, Madonna, la diva eterna, que este miércoles ha celebrado en el Palau Sant Jordi de Barcelona 40 años de carrera con un deslumbrante espectáculo repleto de éxitos ante un público rendido a sus pies. Por una pasarela de 70 metros ha desfilado la reina del pop y con ella toda una vida de “con cosas hermosas y cosas feas”, según ha dicho ella misma, pero sobre todo mucha música y mucho que agradecer porque “el mero hecho de estar vivos es un privilegio”.
Unas palabras que ha aplaudido a rabiar el público, que temió no poder reencontrarse con su ídolo cuando el pasado verano anuló el tramo americano de la gira por una grave infección bacteriana que la llevó a la UCI. Solo cuatro meses después, vuelve a estar sobre los escenarios y “solo por eso ya merece la pena estar aquí”, ha dicho a la agencia EFE un espectador que ha pagado 500 euros por una entrada VIP.
Aunque las coreografías de esta gira no son tan exigentes para la diva como en otros tiempos, la norteamericana sigue marcando estilo, mantiene su carisma intacto y ha sido la anfitriona de un reencuentro emocionante y la artífice de un montaje grandioso que los espectadores han disfrutado extasiado.